Marketing Mobiliario │ Liderazgo Mobiliario │ Las 21 Leyes Irrefutables del Liderazgo │ La Ley del Sacrifico

UNO DE LOS MAS INCREÍBLES  de la historia empresarial norteamericana es un ejemplo dramático de la Ley del Sacrificio. Sucedió en la Chrysler  Corporation a principios del decenio de los ochenta. La Chrysler era un desastre, pese  a su  previa historia de buen éxito. La empresa había existido desde mediados del decenio de los veinte, cuando Walter Chrysler reorganizó las compañías automovilísticas Maxwell y Chalmers y puso su nombre al nuevo negocio. En 1928, compró Dodge y Plymouth, y en 1940, el año en que falleció, era dueño de la segunda compañía  automovilística más grande del mundo, por encima  de la Ford, precursora  en la industria, y detrás únicamente de la General Motors. Esta era una extraordinaria historia de buen  éxito.  En cierto momento, la Chrysler había capturado veinticinco por ciento de todo  el mercado doméstico de automóviles.

La compañía  siguió siendo muy fuerte durante  los años sesenta. Uno de los sellos de sus autos era su ingeniería innovadora. Por  ejemplo, los ingenieros de la Chrysler diseñaron el primer encendido electrónico para autos, los primeros frenos hidráulicos, y el primer auto computarizado. En el decenio  de los sesenta, sus autos también eran conocidos por su alto rendimiento, con modelos como  el Barracuda, el Dodge Daytona, y el Plymouth Road Runner —llamado por algunos el máximo  coche de carreras.

UN DESCENSO DEVASTADOR

Sin embargo, en el decenio de los setenta, la  compañía comenzó a declinar rápidamente. En 1978, su mercado había bajado de 25 por ciento a un escaso 11 por ciento. Las cosas empeoraban cada vez más, y la organización  iba rumbo a la bancarrota. En  noviembre de 1978, la Chrysler contrató a un nuevo líder.  Su nombre era Lee Iacocca. Era un hombre con mucha experiencia en autos que había ascendido en las distintas posiciones ejecutivas de la Ford. Aunque era ingeniero de profesión, voluntariamente había comenzado su desempeño profesional en ventas para la Ford en Pennsylvania en la década de los cuarenta. Finalmente obtuvo un puesto ejecutivo en  las oficinas centrales de la compañía en Dearborn, Michigan. Mientras estuvo allí, dirigió equipos que crearon automóviles revolucionarios, como  el Lincoln Continental Mark III y el legendario Mustang, uno de los autos más populares en la historia.

En 1970, Iacocca se convirtió en presidente  de la Ford Motor Company, la  mayor posición de liderazgo posible bajo la presidencia de la junta directiva de Henry Ford II. Por todo, Iacocca trabajó para la Ford treinta y dos años. Y cuando se fue en 1978, la compañía estaba recibiendo ganancias récord, pues había hecho $1.800 millones en  cada uno de los dos últimos años que estuvo a cargo de  la empresa. Aunque la separación no fue agradable, entre el paquete de indemnizaciones que recibió  y las acciones que había adquirido mientras trabajó allí, Iacocca estaba  en una posición en la que no tendría que trabajar nunca más. Pero sólo tenía cincuenta y cinco años cuando dejó la Ford, y sabía que aún tenía mucho que  ofrecer a una organización.

UN LÍDER AL RESCATE

La invitación de la Chrysler  de entrar a formar parte del equipo le presentó la oportunidad —y el reto— de toda una vida. John  Riccardo, entonces presidente de la junta directiva de la Chrysler, reconocía que la compañía  necesitaba un liderazgo fuerte para poder sobrevivir, algo que él no podía proporcionar adecuadamente. Según Iacocca, Riccardo sabía que la posición estaba  por encima  de su capacidad, de modo que quiso contratar al antiguo ejecutivo de la Ford como  presidente  de la Chrysler. Riccardo, a su vez, cedería su puesto en dos años, a fin de que Iacocca se convirtiera en presidente de la junta directiva y jefe principal. John Riccardo estaba dispuesto a sacrificarse a  sí mismo por el bien de la compañía. Como  resultado, Iacocca tendría la oportunidad de realizar el sueño de toda su vida: ser el  jefe  máximo  de una de las tres grandes compañías automovilísticas. 

IACOCCA CEDIO PARA SUBIR

Iacocca aceptó el trabajo, pero este también le  exigió sacrificio personal. El primero tuvo que ver con sus finanzas.  El salario que aceptó  en  la Chrysler era un poco más de la mitad de lo que ganaba como  presidente de la  Ford. Su segundo sacrificio estaba relacionado con su vida familiar. En la Ford, Iacocca siempre se había enorgullecido del hecho de que trabajaba duro de lunes a viernes, pero  separaba sábado, domingo, y casi todas las noches de los viernes para su familia. Cuando regresaba a casa del trabajo al final del día, dejaba sus problemas en la oficina.

Sin embargo, para dirigir la Chrysler, Iacocca debía trabajar casi las veinticuatro horas. Además, cuando llegaba a casa, no podía dormir. Posteriormente dijo que la compañía había sido dirigida como  una pequeña  tienda de abarrotes, a pesar de su tamaño. No había sistemas financieros viables ni  controles establecidos, los métodos de producción y abastecimiento eran  un desastre, los productos eran mal construidos, y casi todas las divisiones eran dirigidas por vicepresidentes individualistas que rehusaban trabajar en equipo. La moral era muy baja en  toda la compañía, la lealtad del consumidor era la peor en el mercado, y la empresa seguía perdiendo dinero.

CUANDO TODO LO DEMÁS FALLE, HAGA OTRO SACRIFICIO

Iacocca sabía que los líderes de buen  éxito tienen que mantener una actitud de sacrificio para poder transformar una organización. Deben estar dispuestos a hacer lo necesario a fin de avanzar al siguiente nivel. Iacocca despidió a treinta y tres de los treinta y cinco presidentes en un período de tres años. Sin embargo, las cosas siguieron empeorando. El país estaba atravesando por una recesión terrible, y las tasas de interés estaban más altas que nunca. Los precios del petróleo se fueron a las nubes cuando el cha de Irán fue depuesto en 1979. A pesar de todo  el trabajo de Iacocca, parecía que la Ley del Sacrificio no estaba funcionando.

Iacocca se esforzó aun más para reconstruir la compañía y contrató a los mejores líderes en el negocio, mucho de los cuales se  habían jubilado de la  Ford. Cortó todos los gastos que pudo y trabajó sobre los puntos fuertes de la compañía, pero estas medidas no fueron suficientes para levantarla. La Chrysler  estaba al borde de la bancarrota. Iacocca tenía que enfrentar el sacrificio más grande de todos: iba  a tener que acudir al gobierno norteamericano para pedir garantías de préstamo.                                  

En la Ford, Iacocca había adquirido la reputación  de criticar duramente al gobierno por su intervención en la empresa. De modo  que cuando acudió al Congreso para solicitar ayuda, nadie lo elogió por hacerlo. Iacocca habló después de ese episodio:

En la mente del Congreso  y de los medios  de comunicación, nosotros habíamos pecado. Habíamos perdido el  mercado y merecíamos  ser castigados. Y fuimos  castigados. Durante nuestras audiencias en el Congreso,  fuimos expuestos ante el  mundo como  ejemplos vivos de  todo  lo  errado en la industria norteamericana. Fuimos humillados en las páginas editoriales por  no tener la decencia de rendirnos y morir con dignidad  … Nuestras esposas y  nuestros hijos eran el blanco  de  bromas  en los centros comerciales y  en las escuelas. Teníamos  que pagar un  precio mucho más alto que el solo hecho de cerrar las puertas  y retirarnos. Era  personal. Era directo. Y era doloroso.

El tener que tragar su orgullo fue un sacrificio heroico para Iacocca; un sacrificio que altos ejecutivos de corporaciones nunca habrían hecho. Pero  era un precio que tenía que pagar para salvar la compañía. Por lo menos uno de los sacrificios que hizo  en ese tiempo fue elogiado por la prensa: 

Iacocca redujo su salario a 1 dólar por año.  En aquel momento dijo: “Liderazgo significa dar el ejemplo. Cuando uno se encuentra en  una posición de liderazgo, la gente está pendiente de todas las acciones de uno”. Después de tomar esta medida, pidió a otros que también hicieran un sacrificio. Pidió a los más  altos ejecutivos  de la Chrysler rebajar su salario en un 10 por ciento. Entonces pidió —y recibió— algunas concesiones de los sindicatos y de los bancos que trabajaban con el  fabricante de autos. Para que la Chrysler alcanzara buen éxito, todos juntos harían  sacrificios. Y tuvieron buen éxito. En 1982, la Chrysler obtuvo un beneficio neto de $925 millones, el mejor en toda su historia. En 1983, la compañía pudo pagar sus préstamos.

La Chrysler ha seguido creciendo y teniendo  buen éxito. La compañía ha luchado por recuperar su lugar, y hoy tiene un mercado  combinado en Estados Unidos y Canadá de más de 16 por ciento —el doble del que tenía cuando Iacocca asumió la dirección. Iacocca se jubiló, pero su liderazgo puso a la Chrysler nuevamente en  el mapa. ¿Por qué?  Porque fue ejemplo de la Ley del Sacrificio.

EL CORAZÓN DEL LIDERAZGO

Lo que se aplicó a Iacocca se aplica a cualquier  líder. Usted debe ceder para subir. Hoy muchos individuos quieren subir la escala corporativa porque creen que en la cima  les esperan los premios de la libertad y del poder.  No  se dan cuenta de que la verdadera naturaleza del liderazgo es el sacrificio. 

Mucha gente reconoce que es necesario hacer sacrificios desde el principio del desempeño profesional como  líder. Las personas renuncian a muchas cosas para obtener oportunidades potenciales. Por ejemplo, Tom  Murphy comenzó a trabajar para la General Motors en 1937. Poco le faltó para rechazar la  primera posición que se le ofreció en la compañía porque el salario de cien dólares al  mes que se le ofreció apenas alcanzaba para cubrir sus gastos. A pesar de sus dudas, aceptó el trabajo, pensando que la oportunidad merecía el sacrificio. Y tenía  razón. Con el tiempo, Murphy se  convirtió en el presidente de la junta directiva de  la General Motors.

CONSIDERANDO EL COSTO DEL LIDERAZGO 

El sacrificio es una constante en el liderazgo. Es un proceso continuo, no un pago que se hace una sola vez. Cuando miro atrás para  observar mi  carrera, me  doy cuenta de que siempre el avance ha tenido algún costo. Esto se  ha aplicado a mí  en el aspecto de las finanzas con todos los cambios profesionales que he hecho, excepto uno. Cuando acepté mi  primer trabajo, nuestro ingreso familiar  disminuyó porque mi  salario era bajo y mi esposa Margaret tuvo renunciar a su empleo como  maestra escolar para que yo pudiera cumplir. Cuando acepté el trabajo de  director  en las oficinas centrales de la denominación en Marion, Indiana, otra vez acepté un  salario inferior. Después de ser entrevistado para mi  tercer puesto pastoral, acepté el trabajo sin que la junta directiva me  dijera cuál sería mi  salario. (Era inferior.) Cuando algunos miembros de la junta expresaron su sorpresa, les dije que si yo hacía mi  trabajo bien, el  salario se ocuparía  de sí mismo. En 1995 cuando finalmente dejé la iglesia después de  veintiséis años de  desempeño ministerial para poder dedicarme a tiempo completo a  enseñar acerca del liderazgo, renuncié a un salario. Cada vez que esté seguro de que está dando un buen paso, no titubee en hacer un sacrificio.

USTED DEBE CEDER PARA SUBIR

Los líderes que quieren subir tienen que hacer más que un recorte salarial ocasional. Tienen que ceder sus derechos. Como dice  mi  amigo Gerald Brooks: “Cuando usted se convierte en un líder, pierde el derecho de pensar en usted mismo”. Para cada persona, la naturaleza del sacrificio puede ser diferente. Por ejemplo, los mayores sacrificios de Iacocca llegaron posteriormente en su desempeño  profesional. En el caso de alguien como el antiguo presidente de Sudáfrica, F. W.  de Klerk, que luchó por desmantelar la segregación racial en su país, el costo fue su profesión misma. Las circunstancias pueden cambiar de persona a persona, pero el principio no cambia. Liderazgo significa sacrificio.

Los líderes ceden para subir. Esto se aplica a todo líder, independientemente de su profesión. Hable con cualquier líder, y descubrirá que este ha  hecho sacrificios en varias ocasiones. Por lo general, cuanto más alto  ha escalado el líder,  tanto mayores son los sacrificios que ha hecho.  Los líderes eficaces sacrifican muchas cosas buenas para dedicarse a lo mejor. Así funciona la Ley  del Sacrificio. Robert Palmer, presidente y ejecutivo principal de Digital dijo en una entrevista: “En mi  modelo gerencial, hay muy poca oportunidad para la negociación. Si usted  desea un trabajo gerencial, debe aceptar la responsabilidad correspondiente”. En realidad se está refiriendo al costo del liderazgo.

Si los líderes deben ceder para subir, tendrán que ceder aun más para permanecer arriba. ¿Se ha fijado con cuán poca frecuencia los equipos ganan temporadas de campeonato seguidas?  La  razón es sencilla:  Si un líder puede llevar un equipo a un juego por el campeonato y ganar este, a menudo supone que puede obtener los mismos resultados el año siguiente sin hacer cambios.  Se niega a hacer otros sacrificios fuera de  la temporada. Pero lo que lleva a un equipo a la  cumbre no es lo que lo mantiene allí. La única forma de permanecer arriba es cediendo  aun más. El buen éxito en el liderazgo exige cambio, mejoramiento, y sacrificio continuos. El poeta filósofo Ralph Waldo Emerson ofreció esta opción: “Por cada cosa  que usted ha perdido, ha ganado algo más; y por cada cosa que gana, pierde algo”. 

CUANTO MAS ALTO LLEGUE, TANTO MAS DEBERA CEDER

¿Quién es el líder más poderoso del mundo?  Yo  diría que es el presidente de los Estados Unidos. Sus acciones y palabras, más que las de ninguna otra persona, causan impacto sobre la gente, no sólo en nuestro país, sino  en todo el mundo. Piense en lo que él debe ceder para alcanzar el puesto de presidente y luego mantenerlo. Su tiempo ya no le pertenece. Es  examinado constantemente. Su familia está bajo  una tremenda presión. Y como  algo normal debe tomar decisiones que pueden costar la vida de miles de personas. Aun después de dejar su cargo, deberá pasar el  resto de su vida en compañía y bajo la protección de agentes del Servicio Secreto.

La Ley del Sacrificio establece que cuanto más grande es  el líder, tanto más debe ceder. Piense en alguien como  Martin Luther King Jr. Su esposa, Coretta Scott King, comentó lo siguiente en  My Life with Martin Luther King, Jr.  [Mi vida con Martin Luther King, Jr.]: “Nuestro teléfono sonaba de día  y de noche, y a veces nos lanzaban una retahíla de epítetos obscenos … Con frecuencia las llamadas terminaban con una amenaza de matarnos si no nos íbamos de la ciudad. Sin embargo, a pesar del peligro y el caos de nuestra vida privada, yo me  sentía inspirada, casi eufórica”.

Mientras seguía su curso como  líder del movimiento a favor de los derechos civiles, King fue arrestado y encarcelado muchas  veces. Fue apedreado, acuchillado, y atacado físicamente. Alguien puso una bomba en su  casa y la estalló. Pero su visión —y su influencia— siguieron en aumento. Finalmente sacrificó todo lo que tenía. En su último discurso, el cual dio la noche antes  de  su asesinato en Memphis, dijo:

No sé lo que  ha de sucederme ahora. Nos  esperan días  difíciles. Pero  ya  no me importa. Porque he estado en la cima  de  la  montaña. No haré caso.  Como  todo el mudo, quisiera vivir  una larga vida. La longevidad  es buena. Pero eso no  me preocupa ahora. Sólo deseo hacer la voluntad de Dios. Y El  me ha permitido subir la  montaña. He  mirado y he visto la  Tierra Prometida. Tal vez no  llegue allí con ustedes, pero quiero que esta noche sepan que nosotros,  como  un pueblo, llegaremos a la Tierra  Prometida. De  modo que estoy  feliz esta noche… no temo  a  ningún hombre. “Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor”.

Al día siguiente pagó el máximo  precio del sacrificio. El impacto causado por King fue profundo. Influyó en millones de  personas para que se  irguieran firmes, pacíficamente, contra un sistema y una sociedad  que luchaba por excluirlas.

Lo que las personas exitosas descubren  se les hace mucho más claro cuando se convierten en líderes. No hay buen éxito sin sacrificio. Cuanto más alto es el nivel de liderazgo que usted desea alcanzar, tanto mayores  sacrificios tendrá que hacer. Para subir, tendrá que ceder. Esa es la verdadera naturaleza  del liderazgo.  Esa es la Ley del Sacrificio.

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